miércoles, 6 de octubre de 2010

El extraño caso del centro de gravedad.

maleta objeto del análisis
Este es mi caso apreciado lector. Nunca he podido llevar pocas maletas. No sé qué llevo pero siempre voy lleno y cargo cosas innecesarias. Así que tengo dos problemas y una ventaja: el primer problema consiste es que me encarto más que ciudad con mal alcalde, el segundo problema tiene que ver con que no quepo en ningún lado, así que imagínese usted a este pobre cucarrón con dos maletas de rueditas que van unos centímetros atrás de su cuerpecito haladas por estos dos bracitos. Claro, aquí viene la ventaja, después de cada viaje los torneados y cultivados bipces se ponen más a punto y generan una interesante armonía entre ellos y la panza creciente que me está saliendo.

Bueno, volviendo al punto de las maletas, es muy importante para un neófito viajero como yo el poder avanzar con sus dos maletas a cuestas, sin embargo, esto no se logra si el centro de gravedad falla. Esto es, si la maleta, al ser soltada pierde su vertical y se va hacía adelante o hacía atrás. Sólo basta con empacar muy bien y equilibradamente los objetos dentro del adminículo. Sin embargo, tres revistas, dos cargadores, ropa, la biblia, el diccionario español - francés, español - italiano, italiano - boyacense, zapatos, mercado para fulanito, chocolatina para perencejo, panela para la hermana, bóxer cortos, largos y mas largos, bufandas, más cables, cinturón para el día, para la noche, para el desayuno y otras cosillas necesarias hacen casi imposible que esa bendita maleta se quede en  su puesto. Eso hace que el pobre viajero haga el oso cada vez que la maleta se caiga (bueno tal vez saque abdominales). Es un caso que merece toda nuestra atención para el bien de la ciencia, tal vez lleve el caso a la universidad de la sorbona... (nótese que no puse mayúsculas en las últimas cuatro palabras) pues no quiero seguir padeciendo este extraño caso.

martes, 5 de octubre de 2010

Je ne compris pas

Un niño indigena del Vaupes viaja a su nueva patria, Francia, en compañía de sus nuevos padres. Esa fue la primera y gran historia de este viaje. Además, de la clase especial en la que me tocó viajar. Casi siempre lo he hecho a unos pasos de la puerta del baño, esta vez, hasta alcanzaba a oler el whisky que repartían en primera clase, a dos metros de mi silla, pero yo me tomé dos botelllitas de vino, así que no me dejé de esos borrachos de adelante.


La llegada a París fue con lluvia pero con la emoción de estar en la ciudad luz, siempre nueva, siempre coloridad, siempre "chic". Las horas de vuelo me cobraron factura y en el tren me dormí, creo que fui la delicia de los franceses, pues mi cabeza iba de arriba a abajo, de un lado al otro y hasta en una ocasión golpee un apoyamanos cercano. No podía del sueño y para completar ese aparato se llenó, y como estaba en una de las sillas pequeñas de la puerta me tocó ponerme de pie, igual seguí dormido, abrazando un tubo... y de vez en cuando daba vueltas cual estriptisero (observe como volví castellana esa palabra)


Una amiga me había preparado para presentarme en la entrada de la comunidad donde me iba a alojar, y con mi francés de reina (lo entiendo, pero no lo hablo), saludé con las palabras y expresiones aprendidas, sin embargo, mis interlocutores se salieron del libreto... y claro, mi única posibilidad era decir: oui!, oui!, oui!, para al finalizar con el conocido: yo no compro pan, Je ne compris pas.


Ya luego de una merecida ducha salí a re-conocer la ciudad, a tomar fotos de esto y de aquello y esperar que fueran las 6 de la tarde para encontrarme con Lina....


Ahora mismo, estoy en el aeropuerto Charles de Gaulle, esperando que llegue el avión que me llevará a Roma, está un poco retrasado por lo cual puedo escribir esto, sin embargo, esta pierna cruzada, este calor del equipo en mi muslo y estas francesas caminando aquí para allá, me tienen un poco incomodo y distraido, de manera que dejare de escribir pues esto quedo muy malo. Pronto retomaré la calidad habitual.

domingo, 3 de octubre de 2010

Otoño del 2010

Yo, el cucarrón, aliste mis maletas, empaqué la ruana comprada en Nobsa y estoy presto para iniciar una corta visita al otoño europeo. Con algo menos de pelo, un poco más de kilos y mucha más felicidad, se inicia un nuevo viaje, el cual haremos juntos por medio de este blog. Espero cada día poder escribir algo de lo que vivo y siento en este mundo que está al revés pero que juntos vamos a cambiar. ¡Por que otro mundo es posible!